Microjoyas.

Traigo a mi blog algunos de los micros que más me han gustado de twittwer. Verdaderas joyitas de menos de 140 caracteres. ¡Qué los disfrutéis!


              Podía cortar su cuerpo en mil pedazos sin sufrir un rasguño. Sólo le bastaba pararse frente a un espejo y lanzarle una piedra.



              
           Roba el anillo de su mujer y se va de putas. Les pide que se lo pongan, que le abracen fuerte y que le digan lo guapo y triunfador que es.



Dos relatos cortos.

EL PELUQUÍN DEL TÍO JENARO.

Que el tío Jenaro llevaba peluquín era un secreto tan bien guardado que sólo lo sabían tres miembros de la familia. Y no sé muy bien lo que me impulsó a despegar el convincente postizo y mirar debajo, con mi tío ya rígido en el féretro, en la noche de su velatorio, pero mientras escuchaba los sollozos de mamá y la tita en la habitación contigua vi que, en efecto, allí estaba: el agujerito de bala, más o menos a tres centímetros de la oreja izquierda.

PARADOJAS DE CASANDRA.(Este relato ha sido publicado en la antología Conseguir los sueños, de la editorial Hipálage)

Tras escupirle en la boca, Apolo advierte a Casandra que nadie, jamás, creerá en sus predicciones. Así que, para ayudar a su pueblo, ella decide en secreto decir justamente lo contrario de lo que le indican. Casandra ve a Paris y en su visión Paris conduce un carro repleto de viandas hacia Troya, entonces dice que el muchacho traerá la ruina a la ciudad, y nadie le hace caso. Casandra ve a Helena y en su visión la hermosa joven lleva en la mano el olivo dorado de la prosperidad, entonces dice que Helena será la causante de una terrible desgracia, y nadie la cree. Casandra ve el caballo y en su visión el estómago del caballo está lleno de oro y tesoros inauditos: entonces grita que el caballo es una trampa, y nadie le confía, y entran al caballo tras los muros.

Cuánta razón tenía Casandra, lloran los troyanos que sobreviven. Pero antes de morir a manos de Clitenmestra la avergüenza terriblemente su última visión: ella te ve a ti, leyendo este escrito, y se sabe descubierta en su enorme ineptitud. La vertiginosa caída del hacha no le deja tiempo ya para percibir que, por obra y gracia de la paradoja, tal acto la redime y le otorga la victoria. Porque si en efecto estás leyendo, a fuerza ha acertado ahora, y a fuerza tendrás que creer en su último vaticinio. Y entonces, en este mismo instante, ambos aliados, estáis al fin rompiendo con la  maldición de Apolo.

De oficio, José Manuel Ortiz Soto



 Buscó en su cara un gesto, un parpadeo... un signo cualquiera que la ayudara a reconocer en aquel desconocido al hombre que esperaba. Pero el muy bastardo seguía sin aparecer, y ella cobró el servicio.

José Manuel Ortiz Soto, Cuervos para tus ojos.