El último farero de Bell Rock

(Hace 200 años, los escoceses construyeron un faro mar adentro. Su base solo es visible cuando baja la marea.)

  Cuentan que trabajaba allí para superar el pánico al agua que padecía desde niño. Pero la vio nadando desde la linterna, y a partir de entonces, cuando el temible Mar del Norte llegaba al primer piso, abría la ventana para acariciar sus escamas.

     Dicen que la sirena tenía demasiado miedo al aire para alcanzar tierra firme, pero al alejarse arrastrada por las olas suplicaba: "Arrójate". Que pasaron muchos años amándose solo durante la pleamar, hasta que una mañana encontraron sus cadáveres ancianos tendidos sobre la roca. Nadie sabe si saltó al fin y la sirena arrastró su cuerpo ahogado para expirar juntos, o fue ella quien no quiso desprenderse de su cuello, y viéndola asfixiada entre sus brazos el infeliz se precipitó al océano.

    En Arbroath aseguran que vencieron al miedo mucho antes, y vivieron juntos entre mar y tierra hasta que sencillamente llegó su hora. Y mirando hacia la luz de Bell Rock, hoy tristemente automatizada desde una lejana central en Edimburgo, se consuelan pensando que, suceda lo que suceda, el amor siempre nos permitirá respirar en un mundo irrespirable.

Norma Jean es de cristal.



     Mi ídolo es Marilyn: por eso imito a Norma Jean cuando actuaba como si fuera Marilyn. Me gusta caminar a pasito apretado, exagerando el vaivén de caderas, y busco una rejilla de metro si llevo una falda con vuelo. Me acuesto vestida de Chanel número cinco, el mejor amigo de una chica adorna mi anular, y mi cabello es platino porque ellos (todo el mundo lo sabe) siempre las preferirán rubias. Me enorgullecen las miradas de incendio que despierto en los hombres.
     Sin embargo, últimamente me angustia un murmullo interior que no reconozco como mío. Es como llevar por dentro a una mujercita de cristal sollozando. Me repite que soy una infeliz. Que ser un símbolo sexual es una carga muy pesada de llevar, sobre todo cuando uno está cansado, herido o desconcertado. Que vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso.
     No me preocupa si esta voz es real, porque en el fondo, tampoco yo tuve nunca la sensación de ser completamente verdadera. Lo peor de la muchachita de vidrio compungida es que algunas noches, temiendo romperse, comienza a gritar de pura desesperación y me impide conciliar el sueño.
      Por suerte hoy he conseguido que mi médico me recete barbitúricos.
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(Podéis jugar a reconocer, intercaladas y entretejidas con la voz de la narradora, algunas citas reales de Marilyn. Agradezco además que este relato haya sido seleccionado en el Concurso de microrrelatos sobre cine Arvikis-DragonFly para publicar en la antología de microrrelatos sobre Literatura y Cine de la que tendréis más noticias AQUÍ. )